E D I T O R I A L

Hay niveles

Algunas personas tienen buenas ideas y crean frases que dicen muchas verdades o son de provecho para la vida, sin embargo, no se puede decir que hagan filosofía, ésta, como toda ciencia, requiere de un método para obtener conocimientos. De la misma manera, otros más pueden tener escritos y explicar la existencia de una forma particular, tampoco se puede decir que hagan filosofía, generalmente corresponde a una “cosmovisión” que literalmente significa “observar al mundo”. Como podemos darnos cuenta, la ciencia filosófica no es tan sencilla puesto que necesariamente requiere de unos arduos estudios ordenados y guiados por alguien más que ya ha recorrido el camino y que necesariamente deben seguir las normas propias. Por otra parte y manteniéndose dentro de esos parámetros, tampoco puede tomarse como una “buena filosofía” a todos los conocimientos que puedan resultar de ello. Hay que discernir (y diremos que desde la misma ley natural) lo que beneficia al género humano para considerarlo como digno de ser leído y llevarlo a la práctica. En el mundo de la filosofía hay cabida para todos, pero como dice una frase muy conocida en el Seminario: “hay niveles”.



I N T E R – N O S

Curso

Se tuvo la oportunidad de participar en un Congreso estatal organizado por la Dirección para la incorporación de escuelas particulares. Buscamos cumplir con los requisitos marcados por la ley e ir a la par con las demás instituciones. Buscamos un trabajo serio y comprometido para ofrecer a la sociedad personas capaces de transformarla desde las humanidades.



Libertad de prensa

En pleno siglo XXI y todavía hay lugares donde la libertad de expresión no es vista como un derecho ciudadano, tal es el caso de Pakistán donde hasta las palabras que se mandan vía sms (mensajes de celular) reciben censura. Recientemente la autoridad ha quitado de la lista prohibida la palabra “Jesucristo”, sea para bien y venga más.



En sus marcas…

Ya se están perfilando los candidatos a la Presidencia de la República mexicana, van apareciendo los tan esperados nombres y se van conociendo las estrategias a utilizar en las campañas. Cada sexenio se abre una nueva esperanza, esperemos que no acabe en tristeza y desánimo, como según nos comentan, sucede en otros países, lejos, muy lejos de aquí.



La filosofía como interiorización



POR JUAN PABLO ROJAS



Vivimos en tiempos de absoluta confusión, incertidumbre y desesperanza. A nuestros ojos está tocando presenciar el desmoronamiento del mundo; parte a parte, como si de enormes pilares marmóreos se tratara, los principios sociales se fragmentan y, por si fuera poco, los faros que alguna vez bajo la noche guiaron con su luz la marcha forzada de colosales embarcaciones se han fundido. Parecemos, pues, náufragos en el corazón de un mar tenebroso, sin horizonte ante el cual orientarnos, sin tierra firme a la cual asirnos.

En estos tiempos de ocasos hegemónicos y desalientos políticos, de mucha prisa y de nula calma, de implacable tráfago y de poca interioridad, me he preguntado para qué sirve la filosofía, cuál es el papel de esta actividad en un mundo corroído por el consumismo, la indiferencia y la desmesurada ansia de poder, y al hacerlo se me ha impuesto a la mente con la fuerza con la que el grillete sujeta el pie del esclavo el testimonio de Antístenes, discípulo de Sócrates y fundador de la tan inolvidable como punzante escuela cínica.

“La filosofía me ha servido para dialogar conmigo”. Su respuesta, tan lacónica y tan llena de vida, tal como la concibo, es una persuasiva invitación a la búsqueda de uno mismo, a un constante buscar para encontrar y encontrar para seguir buscando, pero sobre todo contemplo en ella inconfundible el sello del modo de ser que, plasmado con la más abrasadora y colorida de las ceras, se eleva muy por encima del acostumbrado modo de estar.

En el fondo de esta expresión por demás noble y plena advierto el rumor de un “¡siempre más allá!” que va a contracorriente de la convención social inservible, de los pasajeros honores mundanos, del amasamiento de falsas riquezas. Y cuando sobre esto reflexiono no puedo evitar la idea del momento en que Antístenes, consciente de lo que es y lo que quiere, se despoja de sus lujosas ropas de aristócrata para caminar desnudo, de una vez y para siempre, en medio de una sociedad que detrás de la cortina de la armonía se estaba agusanando como un cuerpo putrefacto.

No alcanzo a discernir la posible reacción del maestro, entonces muerto, ante la decisión de vida del alumno. Lo que no dudo es que el precepto “conócete a ti mismo”, tan difundido por Sócrates como la máxima obligación de un individuo, vino a cuajar con toda serenidad, sin premura, en Antístenes, haciéndolo comprender que más allá de lo materialmente estimable está la meditación de nuestros actos.

Vista desde esta perspectiva, la filosofía es ante todo interiorización; aclaro, no como definición, sino como actividad. Definiciones sobran y mucho han dado qué discutir. Que cada quien asuma luego una postura y dé la razón a Pitágoras, si cree que la filosofía es el amor a la sabiduría, o a Heidegger, si, por el contrario, considera que es la sabiduría del amor; que apoye a Montaigne, convencido de que filosofar es aprender a morir, o a Spinoza, seguro de que es aprender a vivir; que se sume al criterio de Epicuro, según el cual no hay edad para adentrarse en aguas filosóficas, o, en su defecto, al de Calicles, que consideraba preciso hacerlo sólo durante la juventud.

Lo importante es tomarse esa pausa para interiorizar, para reflexionar acerca de lo que vivimos y, ante todo, cómo lo vivimos, más que nada ahora que estamos atravesando de nueva cuenta por tiempos de decadencia. Que la filosofía sea hoy uno de nuestros paliativos más esenciales ante los agobiantes problemas de que nos provee la existencia y que gracias a ella, cuando el vaivén incesante de esa marea que es la historia de los hombres y de las ideas nos sitúe en una circunstancia que nos inquiera sobre nuestro modo de vivir, después de tanto dialogar con nosotros mismos, nos hallemos en posición de responder: omnia mea mecum porto.



Tiempos de crisis

POR FRANCISCO ONTIVEROS GUTIÉRREZ


A nadie le es ajeno el contexto social en el que se están desarrollando nuestras vidas. Vivimos situaciones que golpean con gran intensidad nuestro ser y a las que poco a poco nos vamos acostumbrando y vamos asimilando con gran naturalidad que ya hasta forman parte de nuestra vida diaria: lo que antes era anormal, hoy es lo más normal, ese crimen contra la humanidad lo estamos viviendo en carne propia.

Esta situación tan compleja  que poco a poco emerge como paradigma y toma mayor vigor y alcance, no nos permite ser simples espectadores pasivos, nos está forzando a hacer consideraciones sobre el ser y la existencia del hombre, pues queramos o no es el fondo o sustrato causal de todo este cáncer social. Es aquí donde entra en juego la filosofía, donde cobra su sentido más sublime y específico. Aunque de entrada alguien podría decir que las cosas no están como para detenerse a pensar en el problema del ser y la esencia, pero no es así, la historia nos muestra como después de Aristóteles la mayor parte de los filósofos griegos entendían la filosofía como un método para la conducción de la vida.

Somos conscientes que la filosofía no responde solamente a vanilocuencias personales, más aún, esta ciencia trata de dar respuesta a las necesidades más apremiantes de los tiempos específicos en los que encuentra verdaderos pensadores. Así lo vemos desde sus inicios, pues el contexto influye determinantemente en las estructuras filosóficas de cada pensador, Ortega lo decía con estas palabras: “el hombre piensa de acuerdo a lo que le rodea” y se puede estar seguro de eso, ejemplos hay un sinfín.

En la medida en que hagamos conciencia sobre este saber, nos daremos cuenta que más que datos históricos, que textos y corrientes filosóficas es un arma, en la acepción más noble de esta palabra, que nos permite discutir con nosotros mismos, y así dar la respuesta correcta y a la altura de las circunstancias en que nos encontramos.

La situación en que vivimos hoy es una condición de urgencia y emergencia, en la que la filosofía se convierte en esa búsqueda afanosa por comprender  aquello que nos resulta más próximo, y al comprenderlo tratar de componerlo; es una invitación personal a vivir con más plenitud, pues considerarla como una disciplina meramente académica sería mutilarla. Bien decía Leibniz que los filósofos no se distinguen de la demás gente en que perciban cosas distintas, sino en que las perciben de otro modo, es decir, con el ojo de la mente, con reflexión y atención. Pues como se ha dicho, el filósofo es el que vive en conformidad con la verdad, sin olvidar que la filosofía no brinda soluciones, brinda respuestas que ayudan a convivir racionalmente.




Un lenguaje necesario

POR CYNTHIA ALARCÓN MÚGICA


El lenguaje es una necesidad del hombre y al mismo tiempo su facultad más poderosa. Como seres humanos estamos dotados de capacidades impensables, entre ellas, la razón y el lenguaje, el cual no es una mera herramienta de comunicación, sino aquel vehículo del conocimiento que nos traduce el mundo. ¿Cómo podríamos expresarnos sin lenguaje? Y lo que es mejor, ¿cómo podríamos pensar sin lenguaje?

Según Ferdinand de Saussure, el Padre de la lingüística, el pensamiento sin lenguaje es como una nebulosa indescifrable, ideas en desorden que no pueden interpretarse sin un código necesario: las palabras. Gracias a las palabras el hombre puede expresar su conocimiento, su sentir, darle realidad, hacer concreto lo abstracto. Así como el hombre es un ser indiscutiblemente religioso, es un ser hecho de palabras o como ya lo dijo Heidegger : “La palabra –el habla– es la casa del ser […] y en su morada habita el hombre”.

Es así que el lenguaje se constituye como el instrumento imprescindible para el ser humano, y qué decir para el filósofo. Ciertamente toda filosofía hace del lenguaje el tema central de sus reflexiones. Todo parte de él, es impensable expresar una idea, ponerla en tela de juicio, advertir su certeza o error sin un código del cual se valga la razón para interpretar la realidad, el tiempo y la validez de cualquier sistema de pensamiento.

La importancia del lenguaje nos hace ver que de filósofos todos tenemos un poco, aunque muchos doctos o ignorantes piensen lo contrario. Todos vamos en busca de la verdad y cuando la encontramos precisamos irremediablemente de signos para darla a conocer a nosotros mismos y a los demás, para interpretarla y darle un sentido palpable.

Pensemos en algo y tendremos una idea, démosle nombre y la haremos realidad, porque al nombrar la realidad le damos existencia a las esencias más abstractas, porque gracias al lenguaje podemos asir el pensamiento y descifrar la realidad que nos confronta.

Porque la filosofía nos transforma
Ernesto Martínez Rojas
        

ESTO YO NO LO SABÍA…

POR CARLOS CANO MOTA

         La UNESCO declaró el 21 de noviembre como el día Internacional de la filosofía en honor al natalicio de Sócrates. Este, como buen filósofo, es un singular ejemplo de unidad entre teoría y conducta, entre pensamiento y acción. La filosofía no pudo tener mejor representante, su pensamiento logró trascender y dejar un legado importante en el campo filosófico, es por eso que recordando el día de su nacimiento se celebra a la madre de todas las ciencias.

… PERO AHORA YA LO SÉ.

FRASE DE LA SEMANA

La filosofía es lo que nos distingue de los bárbaros y salvajes”

René Descartes



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