E D I T O R I A L

¿Quién puede ser sacerdote?

Muchos piensan que ser sacerdote es cuestión de voluntad, como si se tratara de una profesión u oficio ordinario. Pero no. Para ser sacerdote se necesita ser “llamado”. Nunca como en este caso está bien empleada la palabra vocación, que viene del latín vocare, que significa “llamar”. Y ¿quién te dice si tú tienes vocación o no? Te lo dice el Obispo, generalmente a través de los sacerdotes encargados del Seminario. Los casos ordinarios no presentan dificultad, pero ha habido situaciones especiales, como la del padre Cipriano Ruiz, rico y viejo notario de la Ciudad de México, que quiso ser sacerdote, lo mandaron a Roma y fue ordenado. Su ministerio fue corto; solamente dos años. Murió en un accidente automovilístico. A él le debemos el rancho en que está construido el Seminario. El otro caso singular fue el de Eric Frahme, de más de 60 años, judío, que también, luego de ser bautizado, quiso ser sacerdote. Ministerio breve también, que dejó gratos recuerdos especialmente entre los discapacitados de Córdoba. El 19 de junio comienza el llamado Año sacerdotal, lanzado por Su Santidad Benedicto XVI, para conmemorar los 150 años de la muerte del santo Cura de Ars. Hay que rezar por los sacerdotes y por los que de manera ordinaria y por los que de manera rara y extraordinaria serán llamados por Dios para un ministerio tan singular.
C O N C I L I Á B U L O
¿Qué hacer?

Hemos dicho que la misa, o eucaristía, no debe ser monótona o aburrida, pero que tampoco debe ser un show o happening. ¿Qué hacer? Distinguir las tres partes: La escucha de la Palabra; que no lea cualquiera sino un lector perfectamente entonado para que se escuche la Sagrada Escritura que, como se dice, “es proclamada”. Luego, hay que llenarse de veneración, o adoración, casi toda ella silenciosa, mientras se realiza el sacrificio o se hacen presentes el Cuerpo entregado y la Sangre derramada en el pan y en el vino que se consagran. Y por último, hay que sentir la unidad de la comunidad, dar la mano con cariño a los que estén junto a ti, aunque no los conozcas, y pensar en la ayuda a los más pobres. Y no se piense que lo más importante de la misa sea el sermón, u homilía. Lo grande son las tres cosas que acabamos de enumerar.

La obra de Alejandro Rossi

A los 77 años de edad y de un paro respiratorio murió Alejandro Rossi, uno de los intelectuales más connotados en nuestro país. Luego de estudiar en Oxford, estuvo como maestro durante un semestre en la Facultad de Filosofía de la Universidad Veracruzana. Después, en la UNAM toda su vida. A él se debe la introducción de la Filosofía analítica, o Filosofía del lenguaje, en nuestro medio. Y también es uno de los casos en que la Filosofía se deja de lado para consagrarse a las letras. Octavio Paz dijo de él: “He visto pocos hombres que reúnan su inteligencia y su sensibilidad”.
Enrique Krauze le dedica un capítulo lleno de simpatía en su obra Mexicanos eminentes (Tusquets, México 1999).

¿Dónde andamos?
Hemos terminado finalmente los exámenes y ya casi todos nos dirigimos a nuestras casas para pasar vacaciones en familia. Luego, algunos irán a cursos en la Ciudad de México y otros, a lo que llamamos “misión”, que está vez los de la Facultad de Filosofía harán en la parroquia de Cosautlán, donde está el padre Alfredo Hernández Vázquez. Ahí, como dijimos, entraremos en contacto con la gente, lejos de los libros y de las teorías.
Nuestro pueblo está todavía muy pobre y subdesarrollado y seguimos pensando que lo que importa es la educación, o formación. Haremos nuestra parte. Porque la religiosidad popular es tan valiosa como un recurso natural, pero siempre necesita refinamiento. No queremos fanatismos, queremos un pueblo cristiano unido a la comunión universal.

Cerca de nosotros

En la Unidad Fovissste, murió el maestro Ventura Peña Bello, quien durante muchos años fue director de la Universidad Pedagógica Nacional y miembro distinguido de la Academia Mexicana de la Educación A. C. También murió, en Cuitláhuac, Ver., la madre del maestro Reynaldo Ceballos Hernández, otro elemento valioso, fundador del Instituto Pablo Freire, de San Miguel del Soldado o Rafael Lucio, y motor de la Academia Mexicana de la Educación A. C. Estos “maestros de maestros”, maestros a la segunda potencia, deben ser tenidos en cuenta con especial estimación.

Las vacaciones son formativas
por Moisés Antonio Martínez Martínez

En la actualidad, sobre todo en los ambientes de los estudiantes, se sigue esta fórmula: “vacaciones es igual a flojera”. Con frecuencia escuchamos a los estudiantes decir: “qué bueno que ya se acercan las vacaciones, voy a descansar de la escuela y de los libros”, se expresan como si el estudiar fuera una gran carga, un mal necesario (pensándolo bien parece que esa es la realidad, si no es que de la mayoría de estudiantes, al menos de algunos).
Pero esta realidad se lee diferente en el Seminario Mayor de Xalapa. Los jóvenes seminaristas están de vacaciones desde el 2 de junio hasta el 28 de junio, que es cuando iniciarán la misión de verano.
Durante todo el curso, además de los estudios filosóficos y teológicos, los jóvenes revisan y moldean la forma de ser de cada uno; se examinan aspectos del nivel humano, a saber, la responsabilidad, tener una actitud positiva ante las tareas que les corresponden, el buen trato a las personas, tratar algunos aspectos con la psicóloga, practicar la sinceridad ante los padres formadores, etc., además del nivel espiritual y pastoral.
El convivir todo el día con 20 compañeros de grupo, y con 120, aproximadamente, de todo el Seminario es un buen ejercicio y oportunidad para determinar la forma de ser de cada uno de ellos. El objetivo es formarse en la responsabilidad, en el compromiso con los demás, aunque siempre han de mantener un esfuerzo constante para mantenerse en su cometido.
En las vacaciones el trabajo y el crecimiento humano es con la familia, los amigos y vecinos ya que sólo se cambia de escenario, pero la labor es la misma. Hemos escuchado que las vacaciones son para aplicar lo que uno aprende en la formación, y hasta cierto punto tienen razón, pues ya no se estudia a profundidad la filosofía o la teología (algunos alumnos se ejercitan con pequeñas lecturas literarias), sino que se enfocan a fortalecer los lazos familiares y a explotar capacidades, como la de conseguir algún trabajo en algún negocio. Por lo que en el ambiente de seminaristas no se aplica la fórmula: “vacaciones es igual a flojera”. Si bien no trabajan en algún negocio, sí trabajan en la familia para fortalecer y crear lazos entre ellos. Por esta razón, algunas personas piensan que los seminaristas son “mochos” o “raros”. Ya que estos jóvenes, que se forman en el Seminario, no van con los gustos ni con las actividades del común de los jóvenes. En donde lo primordial es buscar a toda costa el beneficio propio, el desinterés ante las necesidades del otro, la indiferencia o vergüenza ante la propia familia, como se da en algunos jóvenes, etc.
En pleno 2009, donde en la cultura se dejan ver otras ideas que se quieren presentar como valores, la importancia hacia la persona y a su desarrollo natural como tal sigue presente. Alcanzar el desarrollo natural como personas en medio de la familia, los amigos y vecinos es el reto de los que se preparan para ser pastores de una comunidad de personas en un futuro no muy lejano.Así pues, se les desea a los jóvenes seminaristas que disfruten y aprovechen esta estancia con sus familias, viviendo al máximo cada momento y actividad del día.



No pude ir a misa
por Marissa Ponce de Cházaro

Mientras Marianita se levantaba me arreglé, lavé la ropa y puse a hervir los frijoles. Hoy es fiesta de la Iglesia. Me gusta oír al cura. A veces entiendo todo pero a veces no. Cuando cuenta historias que no son de Jesús no me acuerdo de la lectura. Parecen historias de Internet, dice Mariana. ¿Cómo será el cura todos los días? ¿Qué pensará? ¿Hablará con Dios todo el tiempo? ¿Le hablará de mí? No sé. No me conoce. A veces nos sentamos en la quinta fila para ponerle más atención pero no podemos salir rápido a planchar la entrega de los lunes. Marianita me ayuda, ya es una mujer. Hace dos meses le llegó su primera regla. Pero aún es niña. Siempre será mi niña. ¿El cura hablará de eso con Dios? ¿Le dirá que nos cuide porque estamos solas? A veces este padre dice cosas como las de mi tío Samuel. “¡Ándate por la sombra!”, decía, pero ya era casi de noche. Las niñas nos reíamos y lo abrazábamos fuerte, y aunque no lo entendíamos lo llenábamos de besos ensalivados. Él se enojaba y nos corría. ¿El cura será como mi tío? Los domingos el tío nos daba un tostón y un dulce antes de comer pero nos advertía que era para después. Nunca supimos por qué se comía el suyo antes de servirle la sopa. Seguramente necesitaba un golpecito en el estómago antes de comer tan tarde. Sólo hacíamos dos comidas al día. No había para más. Cuando empecé a andar con Gabino, tío Samuel la hacía de chaperón pero siempre se quedaba dormido. Una mujer con hija no debía quedarse a solas con un hombre, decía, es peligroso. Tenía razón. Hoy ya no pude ir a misa. Gabino llegó al almuerzo, venía borracho como siempre. Me pidió dinero y volvió a gritar; me pegó, pero esta vez como nunca. Enojado dijo que si puedo construir mi casa es porque tengo un guardadito de algún cabrón. Hoy no aguanté más y lo corrí. Hoy era fiesta, no quería llegar tarde. Cuando apagué los frijoles sentí un golpe fuerte y pesado en la cabeza. Oí un silencio de muerte. Pienso en Mariana, en su vida, en su pobreza. Pienso en Jesús y en el cura que habla de Él en la iglesia llena. Reparten la comunión, ya no me va a tocar. Puedo ver mi sangre, me moja la cara. Con tanto frío recuerdo no haberme confesado ayer porque la cola estaba larga y sólo había un sacerdote. Ya no me duelen los golpes de Gabino. Es verdad, casi todos nos morimos sin la compañía de un sacerdote. Son pocos los curas. Que alguien consuele a Marianita y pida por ella y los curas, y por Gabino quien hoy me robó la vida junto a mi hija; y también pidan por mí, que espero llegar con Dios.





“Las experiencias nos muestran tal como somos, nos hacen ver nuestros propios defectos”.
Goethe

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