E D I T O R I A L

La augusta Trinidad


Este domingo, en todas las iglesias se celebra la fiesta de la Santísima Trinidad. Para muchos, es un problema teórico y se enredan dialécticamente tratando de encontrar la solución para poder decir que tres son uno y uno es tres. Pero hace tiempo que los grandes teólogos disputaron estas cuestiones y nos enseñaron que no hay contradicción, sino que esta fórmula enigmática nos lleva de la mano para postrarnos ante la profundidad del misterio de Dios. Por si fuera poco, los últimos descubrimientos astrológicos y, sobre todo, los observatorios enviados al espacio nos han hecho ver cuán grande es la obra de la Creación y, por reflejo, nos hacen sospechar cuán inmensamente grande es el mismo Dios, que nos participa de su ser y de su actuar. Más que hacer teorías y abstracciones, los cristianos han de adorar con un profundo respeto el misterio de Dios y poner en sus manos sus vidas.


C O N C I L I Á B U L O

Nace un nuevo grupo



El domingo 31 de mayo, el profesor José Eliud García Medrano y el padre Felipe Eng Lao han instituido un nuevo grupo de la Iglesia que se llama “Los amigos de Dios” (Amici Dei). Los miembros de este grupo son todos aquellos que han vivido en el Seminario en alguna de sus etapas y que guardan un cariñoso recuerdo de la institución. A ellos se unen sus esposas e hijos y prosélitos o amigos que aman a la Iglesia. Sus reglas son muy pocas. 1. Reunión una vez al año, 2. Defender siempre a la Iglesia y al seminario del señor Guízar y 3. Ayudarse mutuamente en todo lo que les sea posible.
Su Lema: “La esperanza no falla porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5)
En la reunión, uno de los participantes aportó: a) Es hermoso saber que hay quienes te acompañan con todo respeto en las grandes decisiones que a veces tienes que tomar.- b) Un grupo así nos ayuda a ver el plan de Dios en nuestras vidas con mucha mayor amplitud.



¿Dónde está?


Nos preguntamos dónde está el grupo de los “Mensajeros de la paz”, que tienen como fundador al excelente herrero Artemio Limón y al que tanto quiso, el arquitecto Julio Sánchez Juárez. Este grupo es una iniciativa maravillosa de los laicos y ha hecho un bien enorme a los enfermos y ha traído paz y serenidad, muchas veces en los velorios. Nos acordamos de que monseñor Obeso los conoció y les aprobó un pequeño ritual y unas reglas y nos acordamos, sobre todo, de que se trata de una iniciativa de los laicos, o sea, una obra estrictamente de laicos pero que no rompe con la jerarquía de la Iglesia.

Su lema: “El amor de Cristo nos apremia” (2 Co, 5,14)

Nos gustaría ver cientos de grupos de este tipo, como los que aparecen sin que nadie sepa cómo durante los días previos a la celebración del 12 de Diciembre. ¿Quién los organiza?, ¿dónde están esos líderes?, ¿cómo es que el Espíritu Santo los mueve para que no rompan la unidad? Porque hacer grupos que rompan la unidad es muy fácil; se dice que hay 34 mil sectas o grupos protestantes. Nosotros no nos referimos a ésos, nos referimos a laicos conscientes que viven en comunión con la Iglesia universal.


A misiones



Como cada año, una vez terminadas las clases, los diversos grupos del Seminario nos vamos a lo que llamamos “misiones”. Ya lo hemos dicho: es más lo que aprendemos de la fe sencilla de nuestro pueblo, pero es también mucho lo que podemos aportar, porque no en balde pasamos horas y horas frente a los libros. La religiosidad de nuestro pueblo es un recurso natural renovable que, formado por la catequesis y movida por el Espíritu Santo, puede hacer que nos superemos en todo. Que nadie vuelva a decir que este pueblo parece no haber sido redimido.



Las iniciativas


Tenemos que encontrar modos y maneras para que la comunidad, especialmente cuando está reunida en la liturgia, no caiga en la apatía ni en la indiferencia. No se trata de crear multitudes fanatizadas por el rock and roll o Los Beatles, sino de grupos creyentes que se dirigen a Dios y están pensando en cómo ayudar a los hermanos. Porque la esencia de toda celebración tiene tres partes: la escucha de la Palabra, el canon, o adoración, y la inspiración para ayudar a los más pobres y necesitados.


Y tú, ¿cómo reaccionas ante el escándalo?
por Marcos Mendoza Méndez


Todos, absolutamente todos, llegamos a aceptar tarde o temprano que cometemos grandes o pequeños errores en la vida. Algunos llegamos a justificar nuestras faltas diciendo que somos frágiles, humanos y que nadie es perfecto en este mundo. Otros más atribuimos nuestras malas acciones al poder del maligno que nos roba el buen pensamiento y arrebata la libertad con sus propuestas atractivas y sutiles. El evangelio de Lucas, cuando habla del hijo pródigo, nos enseña que cuando se aleja uno del amor de Dios, se cometen las peores barbaridades. Y mientras tratamos de entender qué es lo que sucede con nuestra inteligencia y voluntad en esa lucha, que como dice san Pablo, vemos el bien que debemos hacer, pero hacemos lo contrario, el bombardeo que más fuerte impacta en nuestra conciencia y nuestra fe, que si no las mata, al menos las desanima o enferma psicológicamente, es el del escándalo.
El escándalo, como acción que primero causa admiración, luego alboroto para terminar en la burla y el desprecio, es algo de lo que nadie está exento por el simple hecho de estar inmerso en el mundo. Muchas veces sólo basta con que nos exhiban justa o injustamente, o nos levanten falsos testimonios. Y es que ante una acción que nos escandaliza, ya sea que se trate de una persona privada o pública a quien hemos depositado nuestro afecto y confianza, solemos reaccionar de dos maneras: positivamente, si tratamos de meternos en sus sentimientos y circunstancias, cuidando al menos su imagen para no destruirlo internamente, sin caer en la complicidad; y de manera negativa, subrayando los errores, haciendo leña del árbol caído, mordiendo la mano de aquel que quizá nos ha dado de comer con lo bueno de su persona, de sus servicios o bendiciones, por el simple criterio de que destruir es más barato que reconstruir.



Si alguien viene a contarnos cosas que se dicen de un amigo o, aún más, de un hermano; si estamos totalmente seguros que es cierto lo que se dice de él y que eso que se dice es malo porque perjudica a muchos o a uno solo, lo más cobarde que podemos hacer es apartarnos de él, tratarlo como a un fracasado y rechazarlo para siempre. Lo más corriente de una persona es caer en el juego de lo que presentan sin ética que sólo es exhibir las caídas de un ser humano. Hay maneras terribles de acabar con la buena fama de una persona.



El ser humano no puede ni debe caer en estas acciones ridículas y absurdas, porque nada ni nadie nos garantiza que nosotros no podamos estar un día, quizá mañana, al centro y ser el blanco de todas las burlas y rechazos. Ante el escándalo que nos puede afectar directa o indirectamente, ciertamente no podemos permanecer pasivos, pero tampoco poseemos el derecho de murmurar a las espaldas de quien ha caído. Tenemos la obligación de corregirnos como hermanos. La corrección fraterna no es algo opcional. Jesucristo, en el evangelio de Mateo 18,15-17 nos da los pasos para aprender a corregir a los hermanos; para hablarles con caridad y a la vez con mucha claridad. Y cuando se trata de situaciones extremas en las que quizá se ha destruido la vida de alguien, después de la corrección fraterna aún nos queda la alternativa del perdón. Si Cristo no nos niega el perdón a nosotros, ¿por qué se lo vamos a negar a quien según nosotros ya está condenado? El amor de Cristo ha sido tan grande y auténtico que terminó perdonando a sus enemigos. Si practicamos la corrección fraterna ante los escándalos y si hacemos caso al mandamiento más importante que el Señor nos dejó, seremos beneficiados grandemente en nuestras relaciones y convivencias. Y ante las oportunidades que debemos dar al que ha caído, no olvidemos que Cristo tiene el poder de reconstruir lo que se echa a perder y que sólo a Él le corresponde el papel supremo de ser juez porque está libre de pecado.



EL PASADO 01 y 02 de Junio, el Seminario Arquidiocesano de Xalapa tuvo su convivencia anual que se ha venido realizando desde hace tres años. En esta ocasión seminaristas de todos los cursos, padres del equipo formador participaron en las diversas actividades que hubo. Entres éstas destacan la participación del padre Gilberto Suárez Rebolledo quien presentó la realidad de la Arquidiócesis, por la tarde del primer día, se tuvo una Hora Santa donde pidieron por las vocaciones sacerdotales, los seminaristas, sacerdotes, Obispo y la Arquidiócesis en general, además de una rica cena que degustaron. Al otro día se contó con la participación de monseñor Sergio Obeso Rivera quien celebró la eucaristía; después, se pasó a una charla con el señor arzobispo Hipólito Reyes Larios quien animó a los seminaristas a vivir en plenitud la vocación a la que han sido llamados. Para concluir su convivencia, tanto seminaristas como sacerdotes acudieron al balneario “Pocitos”, donde jugaron, nadaron y pudieron convivir y celebrar por un curso que había terminado.



















“No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres”.
Carlos Fuentes

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