E D I T O R I A L


¡A elecciones!

Este domingo hay elecciones, sobre todo, para diputados federales. Muchos dicen que hay apatía y desaliento y que preferirían no votar. Pero se equivocan. Yerran. Si vives en una democracia, tú tienes algo que decir y lo dices a través del voto, no a través de la abstención y el despecho. Ha sido asombrosa la transformación que se dio de la continuidad “dedocrática” a las elecciones libres y a la lucha de los partidos, por más que todo no haya resultado tan maravilloso e ideal como uno hubiera esperado. Hay que votar. No hay que dejar que todo siga igual y que el país no logre una mayor igualdad y justicia. Nos preocupan, especialmente, los más pobres que son la mitad de la población y los reductos de las etnias indígenas, a las cuales no hemos dado la atención que se merecen. Nosotros votaremos también, cada uno según su leal saber y entender, porque está claro que el voto es libre y secreto. Pero hay que pensar en el país, no en uno mismo. Hay que pensar en el futuro. Esta patria nuestra puede ser grande en la medida en que haya educación, mejor alimentación y, principalmente, más honradez en todo sentido. Que nadie defraude a nadie.

C O N C I L I Á B U L O

A Cosautlán

Los alumnos de la Arquidiócesis de Xalapa están en la parroquia de Cosautlán, donde es párroco el padre Alfredo Hernández Vázquez. Ya lo dijimos, se trata de dejar los libros y entrar en contacto directo con la gente, especialmente, con los más sencillos. Por cierto, de Cosautlán nos mandan el café que consumimos en nuestra mesa del Seminario cada día. Antes, todo venía de la Colonia Manuel González, en el municipio de Zentla, que ahora pertenece a la diócesis de Córdoba. A todos ellos les estamos muy agradecidos, porque somos muy cafeteros.

A cursos, en México

También, como cada año, algunos van a cursos en la Ciudad de México. Nos parece una gran cosa tener vacaciones para que uno se pueda mover y estudiar otros temas, lo que no sucede en otras instituciones. Algo que nos llaman la atención es el estudio de medios de comunicación con los Paulinos, que se especializan en este ramo. Otros van a perfeccionar el griego o el latín o a repasar un poco más la Filosofía. Las vacaciones son, en verdad, muy útiles.

El ingreso al año de inserción

Este año son cinco los alumnos que han terminado el IV de Teología y que estarán en el llamado “año de inserción”, con el padre Carlos Carmona Montano, en la parroquia de San Rafael Guízar, aquí en Xalapa. Se trata de: José Antonio Contreras Ascención, Artemio Domínguez Ruiz, José Isabel Méndez Abad, Francisco Javier Santiago y José Luis Martínez.

A riesgo de parecer redundantes

Nadie nos ha comentado lo que hemos dicho sobre la “torre mocha”. Ya dijimos que a los conservadores se les llamaba “mochos” por Santanna, mocho o mochado de una pierna, que era xalapeño. Pero no era por la torre mocha. En este caso, estamos ante una de esas cosas que, de tanto verse, ya no se ven. Los antiguos medievales decían: “Assueta vilescunt”, o sea, “Las cosas rutinarias pierden toda significación”, y eso es lo que nos ha pasado aquí. Pero no cabe duda de que una torre mocha en una catedral y en un lugar tan céntrico es una verdadera aberración o adefesio.

¿Sirven de algo las estructuras?
por José Luis Alvarado Jácome

Nosotros no vivimos aislados, al encontrarnos acompañados por otros seres humanos descubrimos que es necesario que cada uno se coloque en un lugar y tomar un rol no sólo único sino necesario. En la familia existe el papá, la mamá, los hijos y cada uno de ellos vive de una manera diferente; el papá y la mamá trabajando y educando a sus hijos, éstos ordinariamente se dedican al estudio y a estar bajo la protección y supervisión de sus padres quienes con su experiencia y capacidades les formarán. Si cada quien hace lo que plazca en su libertad se podrá llegar a una partecita -o nada- de todo lo que pudieran alcanzar juntos.
Lo mismo sucede con nuestro país. Hay una cierta estructura que fue necesaria establecer para que todos alcanzaran el bien común. Así algunos son nombrados gobernantes, presidentes, gobernadores, legisladores, diputados, etc., para que en conjunto organicen y lleven a la nación por un buen desarrollo; otros más que formamos el pueblo que desde los diferentes trabajos contribuimos a que esto se haga realidad.
Pero de nada sirve que exista una buena estructura plasmada en la Constitución o en algún otro documento si no es por la buena voluntad y responsabilidad de nosotros, las personas, para que se lleve a cabo. Aquí es donde es necesario tener presente nuestra historia. Nuestros antepasados empezaron a forjar a la nación, a nosotros nos corresponde en el lapso de este tiempo continuar con esa labor. No podemos desprendernos de ellos por una libertad mal entendida. No se puede decir que todo está mal y hay que desaparecerlo para empezar todo de nuevo. Sería una especie de suicidio. Se trata de ver, contemplar lo que se tiene, proponer mejoras y desechar lo que no ayuda. Y esto es tarea de todos los mexicanos. Todos mantenemos una obligación ante todos. Las estructuras serán mejores en la medida en que los protagonistas de éstas tomen en serio su papel para que se cumpla lo establecido. Si queremos un cambio y un futuro mejor debemos “jalar parejo”, hombro con hombro, sólo así; de lo contrario “si cada quien jala para su molino” nos encontraremos con tanta injusticia y corrupción.

México no está conforme
por Sergio Pérez Portilla

Cada vez que se realiza una jornada electoral, en estos últimos tiempos, la dinámica sigue siendo la misma: promoción hasta el hartazgo de los partidos políticos, que prefieren regalar playeras, paraguas, gorras, y algunos otros artículos publicitarios (¡claro!, ¿o acaso se trata de apoyos para el desarrollo individual que se manifieste en el colectivo? No. Son eso: publicidad) a buscar el diálogo sincero, el análisis de la realidad y la consecuente toma de decisiones basada en dicha lectura; luego, la descalificación mutua entre partidos; además las encuestas preliminares (con las que luego se abanderan los candidatos no electos, como si todos los encuestados hubiesen ido a votar); y por último, y no tratando de agotar el tema, está el voto del pueblo, que puede ser razonado, no razonado, o no emitido. Lo que nos interesa es hablar precisamente de este último punto: el voto.
El voto razonado es el mejor. Está basado en el conocimiento y en la comprensión de las propuestas de los candidatos, pero también se toma en cuenta el desenvolvimiento y la coherencia que ha tenido el partido que lo avala, sin llegar a emitir juicios condenatorios. Pero el voto razonado tiene algunas malinterpretaciones: existe el voto razonado basado en la conveniencia personal, en el cual, aunque se conozcan las deficiencias de las propuestas, se emite debido a que si resulta ganador dicho candidato (a veces lo es más por el partido) habrá una consecuencia favorable para el votante, aunque esto no implique en absoluto que haya una mejora para el país o para la localidad. Aquí encontramos a los “militantes” de hueso colorado. Otro error es el anular el voto, y explico por qué: quien lo defiende dice que se ha estudiado las propuestas y que ninguna es suficientemente buena, o que los candidatos en realidad no harán nada, o que los partidos buscan su conveniencia. Vamos aclarando el panorama: ninguna propuesta es en realidad buena para nuestro México, porque no hay al momento un solo partido que en sinceridad y honestidad busque el bien común dejando en último lugar (y no digo en segundo) el bien propio. Si siguiéramos esta ideología, entonces nunca deberíamos votar. Algunos más dicen que anular el voto es una forma de expresar la inconformidad de los ciudadanos con respecto a los gobernantes y sus prácticas egoístas. Pero, ¿es que acaso hay alguien que dude que estamos inconformes? ¡Claro que no! ¡México no está a gusto con sus dirigentes, y eso no es novedad para nadie! Y anular el voto, opino, no es la mejor opción en este día. Es cierto que hay que levantar la voz, pero no de esta manera, porque si el órgano encargado de controlar las elecciones tuviera una propuesta de con cierto número de votos anulados declarar desierta la convocatoria, y pedir otra vuelta con nuevos partidos y nuevos candidatos, con propuestas diferentes, entonces yo invitaría vehementemente al voto anulado. Pero no es así, no está contemplada una alternativa.
El voto no razonado, por otra parte, es el de aquellos que llegan sin conocer a los candidatos ni sus propuestas, pero que “cumplen con su deber cívico y hacen uso de sus derechos” al elegir a los próximos gobernantes. Si el voto razonado tiene sus bemoles, el no razonado es un volado, donde lamentablemente es más fácil equivocarse que atinarle.
Por último el voto no emitido, o el famoso y tan de moda abstencionismo. Es resultado de muchas cosas: lagunas mentales temporales (¿era hoy? ¡Se me olvidó!), exceso de trabajo durante la semana (¡no, hoy tengo que descansar!), don de clarividencia (¿para qué si ya sé que va a ser lo mismo de siempre?), entre otros. Una disculpa, pero no pude evitar los sarcasmos. El abstencionismo en realidad es una forma de dejar la responsabilidad propia en hombros de otros, y si esos otros no eligen con madurez, ¿cómo podemos quejarnos si nosotros mismos lo provocamos? Es un problema serio, porque no se logra ver (y me refiero únicamente a aquellos que pudiendo votar no lo hacen, no a aquellos que queriendo no pueden, porque no es regla general que querer es poder) que somos seres en relación, y de hecho estamos en una íntima relación con nuestros compatriotas. Lo que afecte a México, por mucho que me cueste verlo, me afecta a mí.La invitación que podríamos hacer es esta: conocer las propuestas y en consecuencia votar, pero no dejar el proceso ahí, sino evaluar el trabajo realizado, haciendo lo que nos corresponde –que sería exigir a los elegidos, nunca decirles ganadores, que cumplan, porque la patria cada vez lo reclama más, y una gota derrama el vaso, y trabajar en conjunto con ellos–, para por una vez celebrar como nación soberana e independiente los resultados que nos den la dignidad de ciudadanos, y no celebrar simplemente los resultados de los comicios.

“La democracia ha surgido de la idea de que sí los hombres son iguales en cualquier respecto, lo son en todos”.
Aristóteles

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