Plana semanal del Seminario Arquidiocesano de Xalapa, Ver. MÉXICO
Desde el año 2000
Aparece los domingos en el Diario de Xalapa



E D I T O R I A L

¡Felices pascuas!

Ya varias veces lo hemos dicho: somos un pueblo de Viernes Santo. Nos conmueven sobremanera el Nazareno que carga su cruz, el crucificado y la Virgen dolorosa. Y, desde luego, también creemos en el Señor resucitado y en su gloria, pero no parece tener tanto impacto en nuestra vida y en nuestro arte. ¿Por qué? Es una buena cuestión para los antropólogos, los historiadores y los teólogos en general. Porque también resulta que durante mil años, los primeros mil años de la cristiandad, la imagen que predominaba era la del Cristo glorioso, o Pantocrátor, representada maravillosamente en los iconos bizantinos. Se podría decir que entonces la mirada estaba en su divinidad y que ahora nos impresiona más su humanidad. Pero es Dios y hombre al mismo tiempo, y la resurrección es su victoria y la señal de que su sacrificio fue aceptado por Dios Padre y que desde entonces ha sido constituido Señor y Salvador de todos los que creemos en Él. Este Domingo de Pascua es el domingo de la alegría, de la certeza de que, a pesar de los sufrimientos, injurias, desprecios, calumnias y muerte, estamos llamados a una vida gloriosa como la que Él tiene. Esto hay que recordárselo especialmente a los enfermos y a los que, por una o por otra razón, se quejan de los dolores o de la cruz que tienen que llevar. ¡Felices pascuas! ¡Que se renueve nuestra certeza y nuestra esperanza!
Resucitar todos los días
por Moisés A. Martínez Mtz.



La semana pasada los alumnos del Seminario Arquidiocesano de Xalapa tuvieron la oportunidad de compartir y vivir con algunas comunidades de la Arquidiocesis de Xalapa: Cerro de León, el CE.RE.SO., de Villa Aldama, Perote, Carrizal, Atzalan, Meza de Guadalupe, la llamada “misión de Semana Santa”.
Es interesante, significativo y fundamental para la formación de los futuros sacerdotes este tipo de experiencias, cambiar de ambiente: de los salones de clases a las casas de las personas. Es una oportunidad para compartir con la gente lo que ellos van viviendo día con día, convidar de lo mucho que les da la formación en el Seminario. No precisamente van a enseñar lo que ellos aprenden en las aulas, pues de lo que se trata en las misiones es compartir la experiencia que se ha tenido con un Dios vivo y presente en la propia vida, y no meramente un trueque de conocimientos e ideas.
Las actividades que se llevan a cabo en las comunidades son las que comúnmente se realizan: catequesis para niños, jóvenes y adultos; visitas a las familias y a los enfermos; el Viacrucis por las calles del pueblo, la celebración de la Palabra del viernes santo, la procesión del silencio y el rosario de pésame a la Virgen; la Vigilia Pascual, y la celebración del domingo de resurrección.
Son muchos los momentos para compartir y convivir con la gente: la comunidad les consigue, primero, una casa dónde quedarse, además las comidas se tienen con diferentes familias, de tal manera que tienen la oportunidad de platicar y conocer a la gente con mayor detalle.
Ciertamente, también resulta un tanto complicado y difícil, pues los jóvenes seminaristas tienen que adaptarse, por una semana, al tipo y condiciones de vida de la comunidad: hay que adaptarse al clima muy frío (como es el caso de Perote) o muy caliente (como es el caso de Carrizal). Asimismo hay que “sacrificarse” comiendo todos los manjares que cada familia se esmera por compartir en cada comida.
Por otra parte, en las misiones se encuentran con todo tipo de personas: las que los tratan muy bien, los que son indiferentes ante ellos, los que asisten a las catequesis por curiosidad, etc. Ante esto ellos experimentan y viven muchas situaciones y de una u otra manera van conociendo las necesidades interiores o espirituales de una comunidad en particular. Se ve en el seminarista a una persona especial y la comunidad busca en él a un guía, le confía sus avances y dificultades, es así como los muchachos sirven de “paño de lágrimas”: pues los del coro le cuentan que fulanito ya no quiere venir; que la encargada de la capilla quiere hacer todo a su manera y hace a un lado a los grupos; se quejan porque el padre casi no va a celebrarles; que los jóvenes de la comunidad no se comprometen con su grupo y en la iglesia sólo van a echar novio etc. Éstas son situaciones reales de la comunidad –aparte de otras buenas que también se hacen presentes–.
La finalidad de la Semana Santa es resucitar, es decir, vivir realmente, ser consciente de nuestra realidad, tomar en serio la situación de los demás. Es cierto y evidente que se resucita con cada Semana Santa, es más, se resucita constantemente, en la medida en que se es conscientes de la realidad que se está viviendo, se resucita cuando se dispone el ánimo a vivir el día intensamente a pesar de los problemas, se resucita cuando se toma en serio el estudio y el trabajo, cuando se sigue el impulso interior para fortalecer la unidad familiar, la convivencia y la comunicación. Y todo esto confiando en ese Ser que todo lo que quiere es que tengamos vida y que sea en plenitud.
La resurrección es un acontecimiento extraordinariamente ordinario, está al alcance de todos, pero implica un deseo y esfuerzo por vivir realmente, como todo compromiso implica un esfuerzo y perseverancia.
Estos jóvenes que fueron de misión regresan con una nueva experiencia, con más ánimos a prepararse para entregar su vida por el servicio a los demás.
A ellos y a todos nuestros lectores ¡Felices Pascuas de Resurrección!




Para el creyente Dios está al principio, y para el filósofo está al final
por Jesús Torres Fuentes

J.M Bochenski, en su libro titulado Introducción al pensamiento filosófico, expone diez meditaciones, de las cuales sólo abordaremos el tema de lo Absoluto, también conocido como Infinito. Para el creyente Dios está al principio, y para el filósofo está al final. Éste llega al conocimiento de Dios a través del reino de lo finito, del ser cósmico. Entre los metafísicos sólo ha habido uno que habló de Dios independientemente de su fe: Aristóteles (según Whitehead).
En oposición a los materialistas dialécticos, los grandes pensadores nunca han dudado de la existencia de Dios. Por tanto, el problema no es si hay un Dios, sino si es una persona, un espíritu, en otras palabras, cómo hay que pensarlo. Se puede decir que la cuestión de la existencia de Dios es legítima. Ninguna autoridad, ni la de todos los filósofos juntos es motivo suficiente para una afirmación gratuita.
Para fundar la existencia de Dios los filósofos se dividen en dos clases: intuicionistas como Max Scheler y Karl Jaspers que afirman que Dios nos es dado directamente, es decir, nos encontramos con Él en nuestra experiencia. En cambio, los ilacionistas como Anselmo de Cantorbery, Espinoza, Hegel y otros más que opinan que se puede concluir la existencia de Dios a priori, del mero pensamiento, sin relación con la experiencia del ser finito. Esta prueba fue rebatida por Tomás de Aquino y Kant. Sin embargo, un gran número de filósofos aceptan diversas pruebas de la existencia de Dios fundadas en la experiencia.
Por otra parte, Whitehead opina que en el hacerse constante del mundo hay que suponer una fuerza creadora (creativity). Pero esta no basta. Si hay una razón ordenadora tiene que haber un Dios: principio de concretización, la razón por la que las cosas son así y no de otra manera.
Al respecto cabe hacernos la pregunta, ¿quién da razón de este mundo? Podemos decir que el mismo mundo no da razón de sí mismo. Si él se fundase a sí mismo entonces él sería el absoluto. Si se trata de eludir esta conclusión, tendría que decirse que en el mundo hay algo irracional, algo absurdo, algo sin sentido.
Muchos filósofos se revelan contra la hipótesis de una falta total de sentido en el mundo. Por consiguiente, ¿tiene entonces sentido filosofar sobre un absurdo? El filósofo puede y debe admitir la existencia de Dios, a pesar de las dificultades que lleva consigo antes, que profesar el absurdo.
De esta afirmación surge la primera y fundamental dificultad, la evidencia de que Dios ha de ser total, absolutamente distinto de todo lo real. Tiene que ser real y, sin embargo, tener las notas de lo ideal, porque es por esencia necesario, eterno, supratemporal, supraespacial, y por supuesto, individual.
Dios es diferente al ser recibido en nosotros. Dios no puede ser un ente entre los otros entes.
Otra dificultad la hallamos en la relación de Dios con el mundo. Si Dios es infinito, entonces no puede haber nada fuera de Él.
La solución, en ambas cuestiones, se halla pensando en la otreidad de Dios y de su acción. Dios no es un ente más junto a los otros entes del mundo finito. Dios es otro ser y otro actuar.
El Dios de la religión se distingue de la razón universal en un rasgo decisivo: Él es santo. Todo lo que filosóficamente podamos decir de Dios lo aceptará también el hombre religioso. Sólo que éste sabe más de Dios que el más grande metafísico.


Del 5 al 12 de abril asistieron setenta jóvenes; tres de Puebla, uno de Orizaba y los restantes de los diferentes decanatos de la Arquidiócesis de Xalapa al Preseminario cristológico propio de la “Semana Santa”. El martes por la mañana monseñor Hipólito Reyes Larios después de la Eucaristía se quedó a desayunar con estos jóvenes. El presbítero Nahúm Herrera y el equipo de pastoral vocacional están al frente de esta noble tarea.
C O N C I L I Á B U L O

Lo que pocos saben

Pocos saben que el 31 de octubre de 1999, 469 años después de la Reforma Protestante, se firmó en Augsburgo, la Declaración conjunta entre católicos y luteranos sobre la doctrina de la justificación. La fecha escogida para la firma del documento fue particularmente simbólica, pues recuerda el 31 de octubre de 1517 en el que Martín Lutero publicó sus 95 tesis de Wittemberg, dando inicio al movimiento protestante.

También los metodistas

En 2006, dos importantes etapas marcaron el camino hacia la plena comunión entre católicos y metodistas: en mayo, la Comisión Internacional de Diálogo Católico-Metodista concluyó la redacción de su último documento, titulado La gracia que os ha sido dada en Cristo: católicos y metodistas profundizan la reflexión sobre la Iglesia. Y en julio del mismo año, en Seúl (Corea del Sur), las iglesias que forman parte del Consejo Metodista Mundial aprobaron la Declaración Metodista de adhesión a la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, el acuerdo firmado en Augsburgo, en 1999, por la Iglesia Católica Romana y la Federación Luterana Mundial. Pocos saben estas cosas, por eso nos gusta recordarlas o hacerlas saber para que nuestra gente reflexione.

¿Quién fue Joaquín de Fiore?

Tres veces durante su campaña, el nuevo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, citó a Joaquín de Fiore. ¿Quién fue ese monje del medioevo que suscita todavía hoy tanto interés? Un hombre que, haciendo sus cuentas de los números del Apocalipsis –como suelen hacer tantos en los grupos fuera de la Iglesia – sacó, según sus cálculos, que había habido dos iglesias y que vendría una tercera.
La primera era la del Padre, o del Antiguo Testamento, la segunda era la de Jesucristo, la Iglesia hasta cierto momento, y luego vendría la Iglesia del Espíritu Santo.
Algunos franciscanos pensaron que con san Francisco había llegado precisamente la Iglesia del Espíritu Santo, que tan doctamente había anunciado Joaquín de Fiore. Fue el grupo de los llamados “espirituales” a los que se alude en El nombre de la rosa, de Umberto Eco. Lo interesante es que Joaquín de Fiore es el padre de todos los que creen que la historia tiene un sentido definido que necesariamente se ha de cumplir. La última expresión de esta fe fue precisamente el movimiento marxista.

El perdón a los lefebvrianos


El papa Benedicto XVI levantó la excomunión a cuatro obispos “lefebvrianos” que habían sido ordenados válida pero no lícitamente dentro de este grupo que después del Vaticano II se separó de la Iglesia. Este gesto de perdón y misericordia del Papa no fue comprendido por muchos que lo criticaron ásperamente.
En realidad, como el mismo Pontífice admitió, el documento de perdón no explicaba suficientemente la diferencia entre separación, o cisma, y herejía, o apartamiento de la verdadera doctrina. El cisma es mera indisciplina, o desobediencia; la herejía es discrepancia, o rotura en la misma fe. Luego del perdón a la actitud cismática, se espera que los lefebvrianos acepten la doctrina de la Iglesia universal y vuelvan a la integridad de la fe, tal cual fue expuesta en el Concilio Vaticano II.
“Si el amor no se manifiesta en servicio entonces no se ha comprendido nada”

Sotero Domínguez Gómez

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