E D I T O R I A L

No perdamos lo que somos

Tristes fueron las imágenes que observamos en los noticiarios sobre la “insensibilidad” del pueblo haitiano respecto a su indiferencia ante los cadáveres que se encontraban en las vías públicas después del terrible terremoto en enero del 2010. Se comentaba con indignación sobre esa conducta, muchos hasta se pondrían en su lugar para darles una sepultura digna. Pues bien, es muy fácil cuando se trata de asuntos conmovedores y lejanos el querer defender a la misma raza humana, pero, cuando se trata de la vida ordinaria y que nos atañe directamente la situación cambia: ¡Pobrecitos haitianos! y ¡Quítate de mi parabrisas, chamaco mugroso!, ¡Ayudemos al teletón! y ¡Esas Marías sólo saben hacer hijos y pedir dinero! Tratarnos por igual porque eso somos, miembros de una sola raza humana, respetarnos independientemente de la condición vital, otorgarnos la dignidad que tenemos y merecemos es una tarea primordial pero a la vez distante que el trajinar cotidiano acaba por opacar. Nuestra recomendación, no perdamos de vista lo que somos: personas humanas con capacidad de razonar y de amar.

I N T E R – N O S

Todos somos iguales

Hoy 15 de enero se lleva a cabo la “Jornada mundial del migrante y refugiado” organizada por el Papa Benedicto XVI. Mediante la oración y el levantar la voz por el reconocimiento de los derechos de los seres humanos en condiciones desfavorables, la Iglesia quiere hacer conciencia en la justicia para que la caridad una a todos los hijos de un mismo Dios.

Crisis y espera

Hablamos de crisis económica y social. Desgraciadamente así es. Basta leer los periódicos, revistas, noticiarios y demás medios de comunicación para darnos cuenta del nulo reconocimiento de la otra persona como alguien igual con mismo valor, dignidad y respeto. El día que eso ocurra se acabarían las trasgresiones contra la vida: homicidios, guerras, engaños, asaltos, corrupción, violaciones, etc., mientras eso ocurre pongamos nuestro granito de arena para hacerlo realidad.

Sembrando la semilla

En nuestro Instituto de Filosofía y la etapa teológica del Seminario Mayor se estudian materias que defienden la dignidad de la persona humana y los atentados contra ella. Contamos con asignaturas de Antropología (filosófica y teológica), Ética, Moral (en el aspecto personal, familiar y social) y la Bioética. Buscamos que no quede en la simple adquisición de conocimientos sino de vivencia y convicción para defender a la misma persona humana.

Tengo derecho a…

POR EQUIPO EDITORIAL CONCILIO


El 10 de diciembre de 1948, bajo una penumbra de oscuridad, después de dos guerras mundiales, de un villano despiadado, de tanta destrucción y de un mundo cubierto por injusticias sociales, aparece una luz que ilumina el siglo XX de aquella oscuridad que no dejaba ver más allá de nuestras narices, La Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Se declararon 30 derechos para la protección del ser humano, con esto se abolían las tan radicales injusticias sociales, bueno, eso se pretendía, lo cierto es que esta declaración de los derechos, son inherentes a la misma naturaleza humana, en la cual se obtienen las libertades a las que el hombre debe acceder, procurando su aplicación y respeto por todo el poder político.

Hoy los Derechos Humanos se han convertido en un organismo de defensa y consejo para el hombre; en México, existe la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, por sus siglas, CNDH, organismo que aconseja a la misma ley positiva de nuestro país, y que por lo tanto, no es la ley.

En relación con estos derechos, se torna difícil el cumplimiento de muchos de ellos, en sí, no todos tienen el conocimiento de los 30 derechos declarados. En el mundo nos hemos visto envueltos por diversas circunstancias que nos hacen ver que estos derechos no se emplean, y han surgido preguntas que han puesto a temblar a muchos países y organizaciones que emplean estos deberes a su conveniencia; así, se han preguntado sobre cómo es posible que en países africanos no tengan hogar, ni estudio, ni trabajo, ni comida; o en algunos países de Asia, utilicen a los niños como “esclavos” del comercio; y sobre todo aquellos países de Medio Oriente que son regidos por un dictador y que no tienen la libertad de elegir religión; problemas como estos nos hacen ver que muchos derechos a los que tenemos, no se siguen y esto por muchas circunstancias afectan a un pueblo determinado.

Las preguntas para nosotros pueden ser: ¿conoces tus derechos? Y si los conoces, ¿sabes dónde dirigirte? Y si sabes dónde dirigirte, ¿sabes que aplicación puede tener tu queja? Simplemente el conocimiento de los Derechos Humanos no resuelve mucho, quizá los conozcamos y pueda alegar mis derechos, pero lo cierto es que la que manda aquí y en el mundo seguirá siendo la Ley Positiva, es decir, la ley que nosotros los humanos hemos creado.

Tengo derecho a la libre expresión, pero si me expreso demás, la ley humana me castiga; tengo derecho a ser inocente hasta demostrar lo contrario, pero en mi país, tengo derecho a ser culpable hasta demostrar mi inocencia.




Dignidad, a dónde te fuiste



POR ROBERTO CARLOS CANO MOTA




La vida acelerada y el constante ritmo de trabajo hacen que la persona vaya olvidando los diversos valores que va adquiriendo a lo largo de su vida.



 La personalidad de cada individuo va manifestando que es un “todo abierto” y no un frasco sellado herméticamente para jamás ser abierto, por lo que tiende de manera natural a relacionarse con otros seres humanos dentro de la sociedad.



Ante lo mencionado, ¿qué papel representa la dignidad en nuestros días? Si sabemos de antemano que ella es portadora de gran cantidad de principios que permiten que el ser persona pueda reconocerse a sí mismo, a ser solidarios y a colocar a todo sujeto por encima de cualquier realidad; ella nos permite tener presente que todos somos iguales en todos los aspectos y que jamás debemos manifestar algún rasgo de discriminación racial,  religiosa, cultural o social.



En nuestro país nos damos cuenta de un sin fin de arbitrariedades que suceden día con día, mes con mes y año con año, que promueven entre los ciudadanos una manera errada de vivir en sociedad, pues ninguna persona debe ser utilizada como un medio para conseguir algún objetivo o satisfacer intereses personales.



Si nuestra mentalidad girara en torno a un bien común, sin duda alguna, la dignidad en nuestra vida se apoderaría de todas nuestras acciones y seríamos personas iguales, dispuestas a respetar a los demás y ayudarlos en lo posible.



Cuando utilizamos de manera equivocada la dignidad podemos caer en una falta de dirección, en una degradación personal y en un abuso de las personas que nos rodean. Por lo tanto, es necesario que las acciones de la persona lo lleven a un conocimiento  profundo  de lo que es capaz de ser y de hacer. Si ante todo esto el sujeto es incapaz de entender su realidad, es necesario que intervenga la conciencia moral, pues mediante ella podrá diferenciar entre las conductas buenas y las malas.



Como lo dijo Juan Pablo II en 1979 cuando se dirigió a un grupo de universitarios reunidos en Cracovia: “nunca será posible un mundo mejor ni un mejor orden de la vida social, si no se da prioridad a los valores del espíritu humano”, pues solo con ellos se obtendrán cambios a favor de una sociedad mejor y más justa, a través de la justicia, el amor y la amistad.



 Cuando la dignidad humana se expresa en la actuación de las personas, es lógico que se manifieste realmente quién es a través de sus actos, pues se le ha concedido la capacidad de amar y de ser amado, ante esta oportunidad puede alcanzar la plenitud mediante la obtención del bien para sí y para los demás.



Ningún sujeto debe estar sometido a represiones sociales, pues es digno por el simple hecho de sentir, amar, conocer, actuar y sobre todo de poseer una vida llena de aspiraciones que completan su carácter individual.



Todo individuo independientemente de la clase social que posee, de la religión que profese o de la raza a la que pertenezca tiene  la suficiente libertad a la hora de actuar y solo de él depende el poder alcanzar o no su fin.




¿Racismo o discriminación en México?

POR RICARDO MORALES PÉREZ


         Todos los mexicanos formamos  parte de una historia, somos el resultado de una antiquísima cultura, que con esfuerzos,  ha  florecido en el desarrollo de las actividades humanas. No nos hemos quedado como nuestros antepasados, donde la lucha por la supervivencia era sumamente necesaria; ahora, en pleno siglo XXI, el mexicano gracias a su inteligencia, es capaz de convivir sana y respetuosamente con todos los individuos de la nación en donde habita. Pero, ¿en verdad se da un trato justo entre los hombres que conforman este país?

Sería una mentira responder de manera positiva a la pregunta anterior, pues continuamente somos testigos de actitudes que degradan en gran medida  el valor auténtico de la persona, a dichas actitudes se le puede poner nombre: racismo y discriminación, las cuales están no sólo vigentes sino palpitantes en el corazón de México.

El racismo, por su parte, expresa la superioridad de una raza sobre otra, mientras que la discriminación se empeña en dar un trato desfavorable y despectivo a determinada persona o grupo. Estas actitudes son realidades imperantes e inseparables; ambas provocan sobajamiento así como segregación  entre personas de una misma sociedad; origen, color de piel, forma de vestir, clase social, religión, etcétera, son algunos de los aspectos más evidentes en los que se da la el racismo y la discriminación.

Es claro que  tenemos mucho de racistas y discriminadores, desde el jefe que no trata bien a su empleado por ser de otra religión; el maestro que ridiculiza a su alumno por no compartir los mismos conocimientos; el agrónomo que menosprecia el trabajo del campesino; la empresa que no fabrica ropa para gente obesa, en fin, cada quien sabe la forma en la que actúa.

Al parecer todavía no se ha entendido que la igualdad no consiste en que todos seamos de la misma raza o status social, la auténtica igualdad se percibe en el trato amable de adulto a niño, de pobre a rico, de blanco a moreno, de ateo a creyente, es decir, un trato de persona a persona, donde uno, pueda ver lo importante que es el otro, por el sólo hecho de compartir la misma naturaleza humana. Depende de los mexicanos conformar una sociedad armónica, donde se pueda convivir sin etiquetas, sólo con la única fuerza del valor supremo, el respeto.




Por el simple hecho de ser quien soy

POR TOMÁS VÁZQUEZ VÁZQUEZ


ESTO YO NO LO SABÍA…

POR MANUEL SÁNCHEZ SOTO

 Al principio de nuestra historia no había derechos humanos, comenzaron con Ciro el Grande tras conquistar Babilonia (539 a.C) quien hizo algo totalmente revolucionario: anunció que todos los esclavos podían irse en libertad y documentaron sus palabras en una tablilla de arcilla conocida como el cilindro de Ciro. Después de muchos años, en 1948  se establece formalmente La Declaración de los Derechos Humanos.  

…PERO AHORA YA LO SÉ.

FRASE DE LA SEMANA

“El secreto de la paz está en el respeto de los Derechos Humanos”

Juan Pablo II


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