Plana semanal del Seminario Arquidiocesano de Xalapa, Ver. MÉXICO
Desde el año 2000
Aparece los domingos en el Diario de Xalapa


Felicidades, otra vez sin cumpleaños

POR CASAS


E D I T O R I A L
Conversión
Las primeras palabras de Jesús, según el Evangelio de Marcos, que se supone ser el primero que fue escrito son: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,15). Si uno es ignorante o está muy ligeramente informado en las cosas de Dios, se puede sorprender al oír estas extrañas palabras. ¿Por qué tienes que convertirte?, ¿en qué sentido se acerca el reino de Dios? Y hacemos esta reflexión, porque precisamente el tiempo de Cuaresma –o los cuarenta días que estamos viviendo- son tiempo de conversión. La conversión es un cambio de mente, es un dar la vuelta al sentido de la vida que se está llevando para orientarse hacia otra dirección. Y si Jesús lo dice a todo mundo, quiere decir que todo mundo estaba errado de alguna manera y debía hacer un cambio en su vida. Se podría decir que todos eran los malditos hijos de Adán que no agradaron a Dios ni con sus obras, ni con sus sacrificios. Y si el reino de Dios ha llegado, quiere decir que Dios mismo se ha hecho presente en un nuevo Adán, obediente hasta la muerte y muerte de cruz, que nos introduce en la paz y reconciliación e incluso nos hace hijos de Dios. ¡Grandísima es esta conversión! ¡Enorme es este cambio! Y esto que dijo Jesús al comenzar su predicación se los repite hoy a los que vivimos para que entendamos el verdadero camino y la nueva situación. Todo esto se iluminará en la Pascua de Resurrección.


C O N C I L I Á B U L O


Nuestro Arzobispo
Nuestro Arzobispo Hipólito Reyes Larios ha lanzado a todas las parroquias a un itinerario de conversión. Hay que oírlo. Es necesario que en todas las comunidades se renueve el Espíritu y los que son fieles católicos lo sean de verdad. Porque de lo contrario, dos cosas están tomando la delantera: el secularismo o materialismo y la disidencia generalizada dividida en múltiples grupos protestantes. Los católicos suelen ser masa y se nos pide que hagamos comunidades más pequeñas pero más conscientes y responsables. No se trata de disolver lo que ya tenemos sino hacer que nuestros grupos muestren una nueva actividad y sobre todo que entren más en el Espíritu para el culto de Dios.


Los coros
Cuando pensamos en los pequeños grupos nos acordamos especialmente de los jóvenes. Por ejemplo, en la parroquia de san Bruno hay cinco coros que ayudan muchísimo en la alabanza divina. Estos grupos deben intensificar su espiritualidad, porque no se trata nada más de tocar con la guitarra sino de cantar a Dios con todo el corazón. De ahí deben salir los líderes de una Iglesia renovada, no fanática, pero sí profundamente espiritual.


El gobierno mundial
La situación vivida en Haití nos ha hecho volver a pensar en la necesidad de un gobierno mundial. En este caso se trató de un desastre natural, pero la próxima vez será un conflicto atómico o una masacre entre pueblos. Debe haber una autoridad que pueda poner el orden y ayudar. Esta vez se ha visto cómo los Estados Unidos han intervenido con toda su fuerza. Pero no se trata de eso, se trata de un gobierno de todos, y el Papa Benedicto XVI, en la última encíclica, ha señalado muy oportunamente las condiciones necesarias para que no se trate de un imperialismo, sino de un gobierno consensuado y responsable de la situación mundial. Piénsese por ejemplo en la proliferación de las armas nucleares y en el deterioro de la capa de ozono, o la destrucción del medio ambiente en general.


El pescado
Para algunos la Cuaresma simplemente significa pescados. Algo es algo, todavía queda alguna señal de que estamos en un tiempo muy especial. Pero hay que ir más a fondo y entrar seriamente en este tiempo de Cuaresma para que la bendición de la pascua nos llegue con una mayor abundancia.


¿El yo que es dios?
Crítica a un artículo del célebre físico holandés, Edwin Schrödinger.


POR ANTONIO OVANDO CIGARROA


De primera impresión la afirmación me he convertido en dios suena a locura y blasfemia, así como digna de todo descrédito -de suerte que para nuestra mentalidad occidental no habría siquiera tiempo de dudarlo -. Sin embargo, no ocurre lo mismo en la mentalidad mística oriental en la que desde las primeras grandes Upanishads se planteaba como finalidad última del hombre la identificación del yo personal (Atman) con el yo todopoderoso o dios (Brahman) a través de un ascenso místico que le permitiera unirse con la divinidad.
Lo cierto es que, de acuerdo con nuestra cultura occidental, la finitud y contingencia de los seres creados abre una distancia insalvable para identificarnos de algún modo con la esencialidad de lo divino.
No obstante, para algunos filósofos o pensadores de Occidente, más allá del mero estatuto ontológico –nuestra realidad como seres creados- que nos sitúa, por así decirlo, en un nivel inferior a la divinidad, es posible legitimar la omnipotencia del yo, y por tanto acreditarlo como dios, en términos de una autonomía radical –por cierto, arrogante y presuntuosa- que haga aparecer como superflua y sinsentido la idea de un Absoluto en cuanto instancia heterónoma capaz de influir en la vida de los hombres.
El optimismo, pues, profesado, en el hecho de conformar una civilización autónoma con el sólo esfuerzo racional de los hombres, desentendiéndonos de toda referencia a un más allá en donde habita la divinidad, encuentra su aparente punto de apoyo en la enorme potencialidad contenida en el yo humano, puesta de manifiesto, principalmente, por los avances de la ciencia y la técnica, que unida a la falsa idea de una libertad absoluta, sitúa al yo en la cúspide de un protagonismo real y efectivo que ha de definir lo que se quiera ser en el ínterin de nuestra existencia, puesto que lo Otro -Dios-, según se deja entrever, más que una realidad es una mera ilusión.
Aún cuando, tal propuesta, resulta fuertemente seductora, llamativa y de consecuencias inusitadas -puesto que finalmente al profesar semejante optimismo respecto a las potencialidades contenidas en una libertad, en apariencia, total se corre el riesgo de pretender la deiformidad tan atractiva y anhelada por el hombre, esto es, hacer que el yo se autoafirme como dios- sugiriendo la idea de una emancipación respecto de cualquier clase de dependencia, por el contrario, constatamos y experimentamos, a la vez, los límites que se imponen al influjo de nuestro yo todopoderoso. Es decir, si por una parte, podemos adscribir al yo todopoderoso personal un potencial imponente y avasallador (de lo cual no existe duda alguna, pues tan sólo hay que pensar en los grandes logros que ha arrojado la investigación científica, apenas, en un par de décadas atrás), por otro lado, emerge desde las profundidades de nuestro ser esa incontrovertible extrañeza sobre la identidad de nuestro yo, su caducidad y fragilidad, su efimeridad y finitud, que nos hace conscientes, por tanto, de la imposibilidad, siquiera, de sostenernos a nosotros mismos, pues nuestra contingencia es tal, que no somos capaces de asegurar la duración espacio-temporal de nuestro ser, más aún, el espacio nos difumina y el tiempo nos precipita.
Entonces, ante tal pretensión, tendríamos que decir que, pese a que la experiencia singular del libre albedrío nos arroja a la apropiación del yo y a la aparente total autonomía de éste respecto de cualquier clase de dependencia, y por lo tanto, a la idea de un yo todopoderoso, no sólo capaz de controlarse, sino también de controlar, constatamos, sin embargo, que la fugacidad de nuestro ser, junto con la incapacidad e imposibilidad de consumar un mesianismo que instaure el verdadero sentido de cada existente y de la historia en su conjunto (tal como lo ha pretendido el poder de la razón a través de la fe en el progreso, sin lograr hasta ahora el éxito esperado), hace insostenible tal aseveración o al menos zanja sus pretensiones.
Y de ello somos testigos, pues, tan sólo habría que rememorar los desastres funestos a los que nos ha conducido la razón emancipada cuando ella ha querido legitimar su posición como dios: constata que se escapa de sus planes el control del orden ideal que debería instaurar, porque, aunque por una parte, ha logrado descifrar grandes misterios del orden natural a través de las ciencias experimentales, no obstante, por otra, se deja entrever, la imposibilidad de conducir a la humanidad únicamente con el concurso de la racionalidad y de la praxis efectiva, puesto que todo ello desemboca finalmente en la instauración del reino del hombre, en donde es inevitable el progreso sin la inestabilidad del patrimonio cultural y del ethos natural inscrito en el hombre como marco referencial de una moral fundamental, y por tanto sin la presencia devastadora de lo irracional: construcción de armas de destrucción masiva, la producción de seres humanos en probetas o el ser humano como producto que se puede desechar, etc.
Por lo que al parecer, este yo todopoderoso –afirmado sobre todo por aquellos que son partidarios de un ateísmo extremo que declara la muerte de Dios-, precisa de la subordinación a un Yo trascendente a él, en quien ha de reconocer la precedencia y acción eficaz, no de un ser impersonal (Brahman) al que tiene que encaminarse con el esfuerzo propio, sino de un YO que entra en contacto y relación con el tú de cada existente; un YO referido al mundo y al hombre, que opera dentro de la historia, o, dicho más hondamente, según Martín Buber, el conocimiento de que Dios es persona, yo que sale al encuentro del tú, que ilumina, sostiene y dirige a la humanidad entera, y que proyecta sobre cada hombre el sentido auténtico de sí mismo.

Fe razonable


POR CÉSAR DANIEL HERRERA JIMÉNEZ


Existen muchos debates sobre la esencia de la verdadera religión. Se da por asentado que la persona humana no puede dejar de ser religiosa. Pero hay de religiones a religiones y de prácticas a prácticas religiosas. Gilbert K. Chesterton se admiraba no de que la persona humana no creyera, si no de que creyera en cualquier cosa. Hombres y mujeres están interpelados a depurar y reorientar sus creencias. No se puede dar el asentimiento de la razón por la fe en cualquier cosa.
Cierta ocasión alguien paseaba por uno de los parques de Xalapa, le llamó la atención el hecho de que muchas personas estuvieran muy absortas en torno a un sujeto que, con un tono de seguridad total, exclamaba: “¡Acérquese, le voy a leer su suerte en la palma de la mano; todo lo que quiera saber de su futuro yo se lo digo…!”. Mientras marchaba hacia su destino, a este individuo le surgió la pregunta ¿cómo es posible que, en pleno siglo de la ciencia y la tecnología, haya personas que se dejan llevar por hombres que se atribuyen poderes o capacidades sobrenaturales? Además ¿todavía puede haber quienes confíen su suerte a amuletos o a ciertas fuerzas ocultas?
Es cierto que el hombre tiene una cierta tendencia a creer en lo mágico o sobrenatural, pero parece muy incauto pensar que otro, igual que yo, pueda hacer cosas que no son parte de la naturaleza humana. Muchas veces, los que se ganan la vida a base de mentiras y charlatanerías lo hacen valiéndose de ritos extravagantes, incluso sus propias vestiduras tratan de expresar la diferencia que hay entre ellos y los demás hombres. Lo cierto es que todo esto lo hacen con la finalidad de atraer a los más ingenuos. Tan es así que han promovido infinidad de artefactos para la buena suerte, desde una simple piedra hasta un elaborado manto que protege de energías oscuras o cosas por el estilo. Claro está, siempre las venden a muy buen precio.
El creer que algo material o físico puede tener poderes sobrenaturales es llamado superstición, que no es más que una forma equivocada de expresar la fe, la cual aparece como una fe primitiva y sin fundamento, absurda. Quienes creen en un ser superior o Dios personal, entienden que se debe ser cuidadoso al hablar de fe, ya que ésta no es simplemente un creer por creer, sino que debe estar de acuerdo con la razón en la medida en que sea posible.
Una verdadera religión debe unir estos dos elementos: la fe y la razón; si se concede más importancia a uno de estos talantes, se convierte en una religión deficiente. El racionalismo afirma que Dios no puede existir, al menos no como se le describe; ya que si Dios existe, debe ser por naturaleza inmutable, por lo que no ha de compadecerse del hombre ni intervenir directamente en la historia para ayudarlo.
Por su parte, el fideísmo no busca explicaciones sobre Dios; le basta creer y nada más. Quien adopta una postura fideísta, es fácil que tome como verdadera cualquier cosa que se le presente como sobrenatural, ya que a él le basta saber que hay alguien superior sin preguntarse si puede o no aparecerse en forma de piedra o de algún otro amuleto.
Es por eso que la razón y la fe no se pueden distanciar una de la otra como lo indica la encíclica Fides et ratio. La fe guía a la razón para evitar errores y le provee de conocimientos; la razón, por su parte, demuestra los fundamentos de la fe, y por la luz de ésta, cultiva la ciencia de las cosas divinas. La verdadera fe no es racionalista ni ingenua, sino una fe que se apoya en la razón esto es: una fe razonable.


ESTO YO NO LO SABIA...


¿Y el 29 de febrero?


POR MARIO A. CERDÁN SALAS


En la fecha, 29 de febrero, algunos acostumbran, en este día algunas bromas o evadir respuestas comprometedoras, y esto es porque es el único día que no está marcado siempre en el calendario, sólo cada cuatro años. Hay información un tanto relevante a cerca de esto: el 29 de febrero es el día número 60 del año en el calendario gregoriano y sólo existe en los años bisiestos (cada cuatro años). Después de esta fecha restan 306 días para finalizar el año. Un año es bisiesto si es múltiplo de 4 años. El último año bisiesto antes de 2008 fue el año 2004. El siguiente año bisiesto es el 2012. Los que nacen en este día celebran su cumpleaños el 28 de febrero o el 1 de marzo en los años no bisiestos, incluso no falta el que piense, que sólo cada 4 años celebrará su nacimiento. En el calendario romano el día bisiesto -el que se añadía al calendario cada cuatro años-, no era el 29 de febrero sino el 23, ya que éste era el sexto día antes de las calendas de marzo. Lo importante es que faltan 2 años para vivir otro 29 de febrero.


…pero ahora ya lo sé


FRASE DE LAS SEMANA:


“La verdad no es una creación humana, sino un descubrimiento: es como un don o luz del ser para la mente.”


Juan José Sanguineti




1 comentario:

  1. Anónimo11:08 p.m.

    Hola!!!
    Amigos de Concilio, los felicitó por la página de esta semana. Sigan así!!!
    Saludos!!!

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